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El domingo es el día de San Valentín y hoy le entregué una tarjetita a Papi. Espero que dentro de un tiempo él me de una extensión de su tarjeta. Pero bueno, lo veo difícil.
Hablando de Papi, este señor me tiene loco. Resulta que hoy fui al baño a, bueno, se imaginarán qué, y, como siempre nos tienen a los trotes para que no se haga tarde para el bus de Oriana, me quiso cortar el trámite en la mitad. Yo estaba muy cómodo (patitas colgando porque todavía no llego al piso) y leyendo un libro muy bueno. Por suerte, al mirarlo con cara de pocos amigos, entendió que debía dejarme solo.
Cuando terminé me limpié y fui a desayunar. Pero, hete aquí que el policía me estaba esperando en la cocina para chequear, bueno, se imaginarán qué. Ante tremenda vejación por el simple pero necesario hecho de necesitar un techo y un plato de comida, me bajé los lienzos y mostré mi obra. Y no pasé el examen.
Volví al baño con él a la rastra y le expliqué que el papel higiénico sucio que estaba tirado sobre las revistas era fruto de haberme limpiado los dedos que me había ensuciado con pupu. Como si no hubiera problemas con el medio ambiente, el exagerado me hizo limpiar otra vez, esta vez con agua.
Para este entonces mami también se había involucrado y raudamente apareció en el baño con toallitas húmedas para terminar la obra que, según ellos, yo había dejado inconclusa.
Otro día en esta casa de locos.